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TEATRO
Polvo del lado oscuro

Hasta el mes de diciembre, Argos Teatro mantendrá en cartelera Talco, obra del joven dramaturgo cubano Abel González Melo, que elige como espacio temático la marginalidad

Por HELEN HERNÁNDEZ HORMILLA (cultura@bohemia.co.cu)

(29 de septiembre de 2010)

Cuando las ciudades duermen, puede ser el momento ideal para el despertar de otra zona del mundo, aquella en la que habitan, como en dimensión distante de un mismo universo, seres amargos, desesperanzados, violentos, sufrientes, a los que no queda ya mucho que perder en la vida. De ahí parece emerger el argumento de Talco, obra del dramaturgo cubano Abel González Melo, que subió al proscenio de Argos Teatro en su sede de Ayestarán y 20 de Mayo, en Ciudad de La Habana, bajo la dirección de Carlos Celdrán.

La pieza es la última de la trilogía invernal de González Melo, integrada, además, por Chamaco y Nevada, con la que el autor se ha propuesto describir fragmentos de un submundo en el que es posible atisbar ciertas claves de nuestra contemporaneidad. Mas, si en las anteriores piezas convivían diversos espacios y sectores sociales, aquí la trama se desarrolla entre las paredes cerradas de un cine de barrio, a punto de derrumbarse.

Se trata de una de esas puestas inquietantes, en tanto el autor pretende recrear de manera descarnada su visión del rostro oscuro de la sociedad. Mashenka La Dura (Waldo Franco), Álvaro El Cherna (José Luis Hidalgo), Javi El Ruso (Alexander Díaz) y Zuleidy La Guanty (Yuliet Cruz), son los personajes que coinciden en la escena, donde tendrán lugar una serie de hechos marcados por la violencia, el desengaño, la marginalidad y la traición.

Un rasgo apuntado a la dramaturgia de González Melo es la influencia cinematográfica, pues predominan las escenas cortas y el privilegio de la acción. En este caso, se adiciona un flash back en el centro de la puesta, que desbroza la trama a retazos, con elipsis nunca reveladas. Esta falta de claridad informativa no entrega certeza sobre las razones por las que uno u otro personaje asumen comportamientos límites, lo cual entraña el peligro de caer en el estereotipo de un contexto en el que, en apariencia, los buenos sentimientos han sido sepultados.

El montaje de Celdrán refuerza la intencionalidad del texto dramático. La escenografía de Alain Ortiz constriñe la zona de desplazamiento de los actores a un breve margen delante de una pared, casi muro, con una puerta que abre paso a todas las locaciones de la obra. Además de aportar dinamismo, el recurso sintetiza el encerramiento en que se encuentran estos seres, a quienes tampoco queda demasiado margen para maniobrar.

Al inteligente uso de los elementos escenográficos y del vestuario, que acentúan el ambiente de decadencia, se suman los efectos sonoros, utilizados tanto en función dramática como para crear atmósfera. La iluminación de Manolo Garriga es otro de los atractivos, pues aprovecha las luces y sombras para añadir intensidad a los distintos sucesos escénicos.

La dirección de arte se repite como uno de los principales talentos del director. Tratándose de una historia descarnada y violenta, exige de los intérpretes concentración y entrega a la hora de encarar situaciones de extrema crudeza. Figuras jóvenes como Yuliet Cruz y Alexander Díaz, y los más experimentados Waldo Franco y José Luis Hidalgo, entregan actuaciones sumamente realistas; sobre ellas descansa casi todo el discurso del espectáculo.

Si al apagarse las luces de la sala de Argos Teatro le sobreviniera al espectador cierta pesadumbre, mezclada con un amargor algo extraño en el paladar, no debería preocuparse. Será que el teatro ha cumplido su encargo de transmitir emoción. Como advierte el director en las palabras del programa de mano, “la potencia del texto está en su reducción, en la comprensión extrema y en su cualidad objetiva de reportar, detalladamente, los micro-deseos que han desplazado a los verdaderos deseos, de los micro-sueños que han pulverizado los sueños, de los micro-objetivos que han descalificado los objetivos, de la micro-vida que ha enrarecido la vida”.