Tomado del sitio del Centro Nacional de Investigaciones de las Artes Escénicas (CNIAE)
El escritor irlandés Samuel Beckett (Dublín, 13 de abril de 1906 - París, 22 de diciembre de 1989) ganador del Premio Nobel de Literatura en 1969, escribió Final de partida (Endgame), la segunda de sus obras teatrales, en el año 1957.
Como método creativo permanente Carlos Celdrán dedica tiempo y concede especial importancia al estudio e investigación preliminar antes de decidirse a exhibir un nuevo proyecto, y en esta ocasión, como en otras, salta a la vista que todo ha sido previamente muy bien pensado. Desde la escenografía encargada a Alain Ortiz e impecablemente construida por el propio equipo de Argos Teatro (Jesús Darío, Alexis Avilés, Reinier Ramírez), el director teatral asegura la contemporaneidad, la vigencia del discurso de una obra escrita hace más de cincuenta años; de esta manera, el ambiente apocalíptico está compuesto no por manidos y fáciles elementos, sino mediante una estética-poética de sólidos, inteligentes y funcionales resortes escénicos, que incluyen la cautelosa banda sonora del propio Celdrán, el meticuloso diseño de vestuario de Vladimir Cuenca, el logrado y coherente maquillaje de Mandy Corbo, y la sobria apoyatura de luces concebida por el insustituible Manolo Garriga.
Cuatro personajes, asumidos por cinco actores de primer nivel -considerando en la cifra que Daysi Sánchez y Verónica Díaz se alternan como Neill, la madre- parten de sus propios recursos y logran altísimos niveles interpretativos, pero hay que destacar que además tienen a su favor la implacable exigencia de un director de vasta formación, acumulada experiencia y sólida cultura, que desde el proceso de montaje y aún al finalizar cada función -he tenido el privilegio de verle trabajar de cerca en más de una ocasión- les conduce a la reflexión, les anota, sugiere y conduce personalmente hacia el perfeccionamiento profesional que se revierta en mayor rigor de la oferta, teatral por excelencia.
Si la obra de Beckett es rápidamente relacionada con el teatro del absurdo, bien podría decirse que lejos de los extremos más encontrados en Eugène Ionesco, máximo exponente del género, en esta Final de partida hay abundantes situaciones que dejan de parecer absurdas, aunque puedan provocar en el público pícaras sonrisas y mejor ser relacionadas con desconcertantes imágenes familiares o cotidianas.
Con esta otra puesta en escena de uno de los colectivos teatrales más inquietantes del país, los espectadores habaneros tienen oportunidad de meditar durante una hora veinte minutos, sobre la atemporalidad de la angustia existencial, de las siniestras relaciones entre los que ordenan y los que no pueden dejar de obedecer, fenómeno que condicionado por prolongados periodos, genera incontrolables, absurdos y profundos odio y rencor.
-crónica y fotos: Pepe Murrieta-
Waldo Franco y Pancho García en los papeles de Clov y Hamm
José Luis Hidalgo y Daysi Sánchez en los papeles de Nagg y Neill
