Ciudad de La Habana, 3 de agosto de 2003

  Roberto Zucco, ese asesino 

 

por Yuris Norido

 

Roberto Zucco es una peligrosa tentación para sus intérpretes.

 

La mala noticia es que Argos Teatro ha anulado su programada temporada de Roberto Zucco en la sala Covarrubias del Teatro Nacional. Problemas internos del teatro, dicen. Una lástima, porque el espectáculo de Carlos Celdrán y su grupo merecía una segunda visita. Y el público se merecía también unos asientos más cómodos y un sistema de ventilación más eficiente que los del noveno piso del Nacional. Es un espacio escénico sugerente, tiene su toque chic de sala alternativa, pero debería ser usado exclusivamente en invierno. Una obra tan opresiva como Roberto Zucco resulta casi sádica con más de treinta grados de temperatura.

 

Aunque, la verdad, Celdrán venció los obstáculos de un texto abrumador, y ofreció una puesta bastante ágil, de buena dinámica. Todo lo ágil que puede ser una obra del fallecido autor francés Bernard-Marie Koltès, dramaturgo cultor de la palabra, de obras que devienen extraordinarios y multifacéticos discursos sobre la realidad. Sobre los menos edulcorados rincones de la realidad. Esta que nos ocupa explora en las razones y sin razones del asesino, del antihéroe, y es una auténtica bofetada en nuestras mejillas de correctos espectadores de la vida. Koltès y Celdrán no dudan en sacudirnos, en mostrarnos cuánta suciedad puede haber a nuestro alrededor -de la que somos hasta cierto punto responsables- aunque para hacerlo tengan a veces que exagerar, distorsionar, extremarse...

 

Dicen las notas al programa que Argos ha encontrado muchos puentes entre la obra y nuestra realidad, y es natural. Todo clásico tiende puentes. Pero hacer demasiado evidentes esas conexiones introduce algunos ruidos en la verosimilitud de la trama. Desubica. (A lo mejor resulta que a Celdrán le interesa desubicar). Ahora, también es cierto que esos momentos de acercamiento evidente a nuestro contexto están muy bien logrados en lo interpretativo. Y son oportunidad para liberar tensiones, aunque bien poco nos dure la sonrisa en los labios.

 

A otro asunto: El diseño escenográfico de Roberto Zucco es de lo mejor de la obra. Tres paneles rodantes de hojalata pueden crear infinidad de ambientes. Y si se suma un efectivo trabajo de luces y coreográfico, el resultado son imágenes de peculiar plasticidad.

 

Pero, con todo, parece que a Carlos Celdrán lo que más le interesa es probar actores. Roberto Zucco es una peligrosa tentación, son personajes que parecen más complejos que sus intérpretes. Y esta vez, unos mejores que otros, los jóvenes y no tan jóvenes de Argos Teatro los han sacado dignamente.

 

Lástima de temporada suspendida en el Nacional. Roberto Zucco es puesta que uno no olvida cuando cruza la puerta del teatro.

 


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