Ciudad de La Habana, 12 de julio de 2003

  Zucco busca las alturas 

 

por AMADO DEL PINO

 

La metáfora final de Roberto Zucco —el reciente estreno de Argos Teatro que pudo verse los fines de semana de julio en el noveno piso del Teatro Nacional— sitúa al protagonista fugándose hacia arriba, evadiéndose en complicidad con el sol. También a lo alto, a lo complejo, a lo rico apunta la puesta en escena de Carlos Celdrán. Muchos actores sobre las tablas, uso de diversos planos escénicos, yuxtaposición de signos nos hablan de un montaje ambicioso y llamado a ganarse un puesto —más allá de preferencias— entre los acontecimientos del año teatral cubano.

 

Celdrán, un nombre imprescindible en nuestra vida teatral de la última década, nos habla en las Notas al Programa sobre el autor de esta obra que ya había asumido, con Teatro Buendía, en 1995: "Bernard-Marie Koltés es sin duda uno de los más importantes autores de nuestro tiempo, con un discurso que privilegia la palabra y el fragmento, la intensa poesía y el realismo más directo, su teatro busca con complicidad unir la tradición realista sicológica, el vértigo clásico y la radicalidad de las vanguardias...". Agregaría que en Koltés la amplificación de las posibilidades del diálogo y las transgresiones argumentales de los autores del teatro del absurdo aparecen con una naturalidad que ratifica la crudeza y lo sutil pero con poderosa vocación de crítica social.

 

El ámbito escénico —a cargo de Alain Ortiz— logra unificar los catorce cuadros en que se divide la obra con un tratamiento sobrio y eficaz de los espacios y las texturas. La puesta alcanza un ritmo fluido y dinámico, aunque sospecho que la continuidad de las funciones le impriman mayor justificación dramatúrgica a los cambios, ahora afectados por algunos gritos parásitos del reparto. Preferiría una mayor utilización de la excelente banda sonora (a partir de la música de X Alfonso) y prescindir de exclamaciones y comentarios que no están al nivel de las formidables composiciones escénicas de que hace gala el espectáculo. El uso de las transparencias y la multiplicación de espacios, aprovechando las dilatadas proporciones de este noveno piso tan caro a Argos Teatro, son otros logros rotundos del montaje.

 

El joven actor Caleb Casas encabeza el amplio elenco y se enfrenta al rol más complejo de su carrera. Casas despliega un serio entrenamiento físico y deja ver una elaborada búsqueda en cuanto a la caracterización. Resultaría más convincente si no "regalara" la locura del personaje desde la primera escena. Zulema Clares se ratifica como una actriz emotiva y de una singular vitalidad. Su monólogo, hacia el final de la obra, resulta conmovedor y convincente. Lástima que —atenta a una compleja cadena de acciones— descuide, por momentos, la precisión al decir.

 

En el resto de las caracterizaciones sobresalen la riqueza interior y la seguridadescénica de José Luis Hidalgo. Rachel Pastor asume un personaje de altos contrastes emotivos. Brilla más en la sobria primera parte que en el final, donde deberá buscar matices para la proyección de sus pasiones. Mientras, Yailene Sierra y Verónica Díaz aportan solidez y coherencia, Geordanis Carcasés y Yohanys Lubín caen en la tentación de esquematizar sus personajes, sobre todo por lo elemental de la proyección de la voz. Ariel Fundora funciona muy bien en un cuadro en el que la puesta lleva más lejos el juego con la espectacularidad y el melodrama.

 

Roberto Zucco nos recuerda el valor de la palabra en el teatro; se remite a una circunstancia universal y la acerca a nuestro público, sin ingenuas adaptaciones ni subrayados excesivos.


 

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