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Argos Teatro realizó una gira con Reino Dividido por diferentes ciudades de España con motivo del Centenario de Miguel Hernández

Alicante, Orihuela, Granada, Sevilla, León, Linares, entre otras.

estreno 12 de febrero 2010

Reino Dividido

de Amado del Pino

 

 

 

 

 

 

 

 

foto tomada durante la conferencia de prensa previa al estreno (cortesía Centro Pablo)

-Elenco-
Miguel Hernández: José Luis Hidalgo
Pablo de la Torriente Brau: Lieter Ledesma
Josefina Manresa, María Zurdos, Lía: Yuliet Cruz
Teté Casuso, Soldado: Yailín Coppola
Maruja Mallo, Soldado, Josefina Fenoll, Ruth, Pepito (niño): Edith Obregón
Soldado, Elvira, María Zambrano, Güiqui: Verónica Díaz
Ramón Sijé, Soldado, Cossío, Jesús Poveda, Raúl Roa, Preso: Waldo Franco
Carlos Fenoll, Soldado, Preso (amigo de Pablo), Ramiro Valdés Daussá, Carcelero: Alexander Díaz Peña
Aleixandre, Manuel Altolaguirre, Lorca, Soldado, Padre Almarcha, Carlos Prío: Pancho García

Asistente de dirección: Yeandro Tamayo
Diseño de Luces: Manolo Garriga
Diseño de Vestuario: Vladimir Cuenca
Diseño de espacio: Argos Teatro
Diseño de banda sonora: Carlos Celdrán
Maquillaje: Mandy Corbo
Utilería: Alexis Avilés
Producción: Jorge e la Garza
Dirección artística: Carlos Celdrán


En diciembre de 2006 fue realizada la primera lectura, dirigida por Carlos Celdrán, de los textos del dramaturgo Amado del Pino que finalmente se integrarían en lo que ahora es su obra teatral titulada Reino Dividido.

En febrero de 2008 Celdrán mostró una "puesta en espacio" que representó una primera mirada, ya más teatral que la presentación inicial del texto dos años antes, a lo que este director concibió que podría ser la puesta en escena, que ha ido cambiando durante meses de montaje y ensayos hasta llegar a lo que el público podrá ver a partir del 12 de febrero en la sala teatro sede de la compañía, ubicada en 20 de Mayo Nº 531, Ciudad de La Habana. Teléfono (537) 878-1883, E-mail: argost@cubarte.cult.cu

El texto dramático de Amado del Pino está basada sustancialmente en las figuras del cubano Pablo de la Torriente Brau y el español Miguel Hernández.

NOTAS AL PROGRAMA DE MANOS
Reino que hermana y contrapone
por Ulises Rodríguez Febles
Trágica, inmensamente trágica es Reino dividido. Un torrente de límpida agua que se trueca con la desesperación, con la alegría y con la sangre. La sangre que lo culmina todo, la vida, los sueños, la lucha de los hombres por sus ideas, por la justicia. Pablo y Miguel; España, la Isla de Cuba, el mundo, en un texto eminentemente teatral, un drama de la amistad y el amor, pero también de la violencia engendrada por la guerra, que lo envuelve, lo trastoca todo. Una espiral que perturba la justicia, que a veces la demuele. Drama en el que los hombres se retan a sí mismos, a sus fuerzas, a la vida que pudieron tener en la paz. Auténticos luchadores por sus ideas, enfrentan la existencia con orgullo y ni la propia muerte los doblega, sino que los levanta, con sus actos, con la belleza del arte, con su dignidad intacta ante el encierro.
Desde las páginas de esta obra crecen las biografías de dos seres que se develan como soplos de viento que nos llegan desde el Caribe insular, o desde los campos levantinos. Crecen, para fundirse en la tierra española como huella permanente y eterna. Mestizaje de acentos, de culturas, de complejas psicologías, de luchas incesantes y anhelos inconclusos. Todo en ellos se hermana: el asedio de las balas, la copla y la décima, los versos, el deporte, los himnos, la necesidad de testimoniar y a la vez hacer olvidar la guerra, los sueños, las frustraciones, las alegrías, el pasado, el presente y el futuro. Todo se hermana y contrapone en ellos; hace hermosa la amistad de dos hombres diferentes y a la vez iguales: a veces incomprendidos, por necesarios; apasionados y líricos hasta la médula, controvertidos, definitivamente humanos como para conmover al espectador. La estructura dinámica, orgánica, vital revela las particularidades de la dramaturgia de un Amado del Pino y a la vez, otro: resultado de una aguda investigación histórica y literaria, de la mezcla y la yuxtaposición de la belleza de su palabra, con lo intertextual como recurso para provocarnos desde el lirismo de la poesía popular, desde la propia obra de Miguel Hernández y la prosa de Pablo de la Torriente Brau.
Reino dividido es síntesis profunda de un momento de la enorme historia de un país desgarrado y convulso, donde héroes, soldados y poetas se debaten en su dualidad y asumen el rol del contexto que les tocó vivir: un país hirviente como volcán, pero sin dejarse ganar por las adversidades, iluminados e iluminando a todos con el placer, que aún en la devastación entregan a los demás.
En una dimensión trágica y épica, del Pino nos propone un desenlace que sólo la posteridad salvará para los derrotados de la gesta: un torbellino oscuro donde un poeta, un pastor de Orihuela, un hombre que se desgarra y lucha por una idea, que se hace hermano de otros hombres y nunca deja de ser él, oliendo a pólvora, a muerte, se levanta de la historia, redentor, abatido y luminoso, con su lujuria detenida, sus contradicciones, con sus versos que corren por su sangre y lo saturan, lo hacen estallar en una metáfora trascendental, contemporánea, en la que también, desde Majahonda, oliendo a Santiago, el otro, El Cubano, se erige como el ser que fue –para abrazados– caminar sobre la tierra disparando versos y balas, todavía…

Breve mapa de rostros y pasiones
por Amado del Pino
Si delante de un texto las palabras introductorias del autor suelen estar de más, ante todo un espectáculo a punto de estallar en la piel, la pasión, los gritos o murmullos de los actores este tipo de preámbulo resulta todavía más prescindible.
Me permito aquí unas líneas sólo para dar testimonio de cómo se me fueron “apareciendo” los personajes, los conflictos, las situaciones en medio de una investigación detallada, que llevé a cabo– como tantas cosas de mi alma- junto a Tania Cordero y que contó con la valiosísima colaboración del Centro Pablo en La Habana y de la Fundación Miguel Hernández en Orihuela. Sin el impulso inicial de Estrella Díaz, Víctor Casaus y María Santucho en nuestra capital o sin la buena fe de Juan José Sánchez Balaguer o de Aitor Larrabide de abrirme las puertas en España, esta obra o bien no existiría o fuera otra. También ha resultado decisivo que el diálogo con Argos Teatro se produjera a lo largo del proceso de investigación y escritura. Además de sus consolidados méritos como director, cada vez más reconocidos dentro y fuera de Cuba, Carlos Celdrán es un escritor, un hombre de la reflexión, un lector voraz y analítico. Nadie mejor para llevar a las tablas un texto sobre dos escritores.
Yo partí de vidas intensas, apasionadas y que se entrecruzan fugazmente pero en medio de una gesta inolvidable. Estaba claro que con los puntos de encuentro reales entre Pablo y Miguel no me bastaba, que debería imaginar, suponer, construir. También arranqué con la certeza de que asomarían la oreja los temas esenciales y recurrentes del resto de mi teatro. Suponía, además, que el debate sobre la utilidad social del arte, el derecho a la selección individual de una fe o una manera de pensar, la vieja y actualizada diferencia entre los que son coherentes con sus ideas y los que se parapetan tras el oportunismo tendrían el sabor, la urgencia, el palpitar de cosas que se discuten hoy. Contaba con la ventaja, el lujo, el camino adelantado de que en la dramaturgia cubana existía el gran antecedente de la indagación escénica de Abelardo Estorino sobre nuestro poeta José Jacinto Milanés.
Ahora me pongo esquemático porque la función está al comenzar y debo compartir estas pistas, algunas de esas cosas que me fueron interesando y pueden ayudarte a dialogar mejor con la puesta en escena.
Pablo de la Torriente Brau amó mucho a Teté Casuso. Fue su continua inspiración, pero esa relación apasionada debió pasar por desencuentros, dudas, despedidas, suspicacias. Gracias a la investigación realizada en el Centro Pablo sobre el tema, supe además de un tímido pero poderoso romance con su amiga, profesora de inglés, y me fasciné con esa estrategia –tan pabliana- de rescribirle a la enamorada las películas que veían juntos. No me gustó que se sepa muy poco de Teté. A decir verdad no fue una buena escritora y tal vez tampoco la mejor viuda, pero Torriente la amó y su propia vida grafica bien una parte de nuestra historia en el siglo XX.
Se cuenta con razón la belleza épica de Pablo al irse a la Guerra de España. Como dramaturgo me interesaba contrastarla con la despedida de su mujer y recordar que para algunos de sus compañeros su deber estaba en Cuba, donde se intentaba una variante democrática tras los días de la lucha contra el dictador Machado.
Siguiendo con los amores. La relación de Miguel Hernández y Josefina Manresa se sostuvo por encima de diferencias y tentaciones. En varios autores –donde mejor, en la biografía de José Luis Ferris que ahora podremos leer en Cuba- encontré la pista de amores, hechizos, sensaciones más o menos fugaces. Al parecer, más que un posible donjuanismo de Miguel estaba el hecho objetivo de que Josefina –con ese acento común del pueblo que al poeta le despertaba legítima “querencia” y a pesar de ser su ideal de mujer para el hogar, los hijos, la almohada que la fatiga reclama– debía competir con el cuerpo ardoroso y las ideas avanzadas de la pintora Maruja Mallo que –como la, tan querida entre nosotros, filósofa María Zambrano– le ofrecían una conversación y una compañía intelectual que la modista de Orihuela no podía brindarle.
Otro tema conflictivo, sentimental, dramático es el de la relación de Hernández con su amigo Ramón Sije “con quien tanto quería”. Leyendo a Miguel o cantando la “Elegía” –¡Oh, Serrat!– uno tiende a suponer al amigo mayor en edad que Miguel. Aitor me recordó que Pepito Marín– que así se llamaba antes de “ponerse” el más sonoro Sijé como nombre literario- era unos tres años más joven que el poeta. También les unían y les separaban muchas cosas y –al percatarme de eso– supe que escribiría sin falta esta obra. La muerte de Pepito-Sijé sorprende a Miguel distanciado del amigo al que tanto le debía, el que le abrió las puertas de una cultura y de una familia. Por eso no es una elegía al uso, porque primero que todo acusa recibo de un conflicto y de un desencuentro. ¿Quién iba a suponer, siendo tan jóvenes, que no les quedaría tiempo para reconciliarse y “hablar de tantas cosas”?
Muy caro me resultó también el menos conocido personaje de Carlos Fenoll. Panadero, poeta en sus inicios de un talento similar al de Miguel, no va hacia la muerte ni hacia el exilio, sino hacia la amargura de una vida mediocre y de tristes copas. La imagen de Fenoll quemando cartas de su amigo Miguel expresa como nada la idea de un Hernández perseguido por los tópicos tanto como por la desdicha; encerrado y ultimado por la derecha vencedora de la guerra y desteñido por cierta izquierda que lo ha usado como bandera sin aquilatar la variedad y excelencia de su obra.
Hay mucho más, pero la función debe comenzar. Me callo, voy hacia el fondo de la sala. Pásenla bien. Uno no tiene todos los días la oportunidad de ver una puesta en escena de Carlos Celdrán.

 

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