Martes, 16 Febrero 2016 06:00

Carlos Celdrán: Sueño con una vida alrededor del teatro


Escrito por Liz Martínez Vivero/Especial para CubaSí


Sueño con que mi teatro esté vivo y conmueva. Quisiera que tenga un público diverso, heterogéneo, apasionado. Sueño con montajes que quizás no alcance a hacer.

Carlos Celdrán hace algún tiempo dejó de ser un nombre cualquiera para convertirse en uno de los inolvidables. Acaba de ganar el Premio Caricato a la mejor puesta en escena por la pieza Mecánica, obra del dramaturgo Abel González Melo. Un poquito antes había colocado en su vitrina el Premio Nacional de Teatro 2015.

¿Quién o qué es Carlos Celdrán?

No lo sé, de verdad. Y al mismo tiempo lo sé. Supongo sea yo. Soy lo que se sabe de mí, el que hace teatro, el que dirige Argos Teatro, que vive aquí o allá, tiene una casa, una pareja, un gato, algunos amigos. En realidad, trato de ser ese, de cumplir conmigo mismo, de llegar temprano a los ensayos, de no parar de trabajar, de no perderme o dejar las cosas a medias, de superar o aplazar los problemas para estar en lo importante, trato de ser yo, de parecerme a mí, a lo que he construido sin darme cuenta que soy yo y que a la vez me supera.

¿Cuánto hay de su niñez en el Carlos director?

Mi niñez fue difícil, no quisiera volver a ser niño, a estar en manos de otros. Me escapé de la infancia y no he parado de correr. Cuando fui adulto sentí el cambio, la libertad. No hay nada como ser adulto y tomar las riendas, no obstante, la infancia te sigue persiguiendo, te hace preguntas, quizás lo más duro y lo más importante pasó allí, en esos años. Para mí es un tema, un pozo de cosas con las que trabajo, pero no quiero estar allí de nuevo.


En 1986, recién graduado del Instituto Superior de Arte se incorpora al grupo Teatro Buendía donde se descubrió director.

Fue un espacio de libertad. Flora Lauten, su directora, me llamó no más graduarme. Fue milagroso. Caí en otro país. Entre gentes que se me parecían. Aprendí mucho. Descubrí que podía y deseaba dirigir. Pude hacerlo. Rápido, al más alto nivel, sin trabas. Tuve esa estrella que otros no tuvieron y se desangraron en teatros muertos, entre gentes ajenas. También viajé. Vi el mundo y siendo muy joven. Fue un arca. De verdad ese símbolo le viene perfecto. En medio del Período Especial no paramos de viajar, sobrevivimos mientras alrededor todo se desmembraba y por supuesto también sucedía lo mismo con el teatro. Yo no paré de trabajar en ese tiempo, de estar concentrado en crecer como artista. Fue una fortuna.

¿Cuándo y por qué surge Argos Teatro?

Surge en 1996. Ya era tiempo para mí tras 10 años en Buendía. Tenía que hacer mi teatro, ir a fondo con lo que pensaba, y pensaba en un teatro que poco a poco he ido definiendo. A lo largo de los años se ha convertido en lo que hago hoy: un teatro donde imagen y palabra procuran su equilibrio, donde el comportamiento humano es el centro del escrutinio. Tenía que hacerlo. Fue inevitable. Como es inevitable crecer, cambiar, irse de casa y hacer tu familia.

¿Por qué lo denominó así como la nave que iba en busca del vellocino de oro?

Por casualidad. La primera obra que hicimos estaba inspirada en la Orestíada y esta ocurría en Argos, la ciudad griega de los Atridas. El nombre estaba ahí, esperándonos.

¿Qué recuerda de los inicios, de los primeros actores?

Los primeros actores me buscaron a mí. Yo los seguí. Dejé viajes y estabilidad. Después fueron llegando otros, sin sueldo, que buscaban trabajo, espacio. A mediados de los noventa, con la crisis y el sinsentido, ellos buscaban espacio, aire. Estrenamos obras en esas condiciones precarias. Obras vivas y desesperadas, al mismo tiempo. Eran jóvenes inquietos, más jóvenes que yo. Me fui con ellos, sin nada, sin respaldo. Ensayamos en casa de Esther Cardoso, actriz fundadora, en mi propia casa, en muchos sitios prestados. No importó. También tuve esa fortuna, que aquellos jóvenes me siguieran o que yo me decidiera a seguirlos a ellos.

¿Cuánto hay en Argos Teatro de Teatro Buendía?

Lo que hay de Buendía en Argos Teatro soy yo que fui quien vivió aquello. Los actores actuales del grupo vienen de otros lados. Pero yo sé lo que hago, lo que toco. En mí está lo anterior, de algún modo, no obviamente en lo material de los espectáculos, sino en las exigencias, en las metas, en lo que me define.

¿Y con qué sueña alguien que defiende todos los días una estética tan exclusiva, la que pudiera ser llamada “estética de Argos Teatro”?

Sueño con que mi teatro esté vivo y conmueva. Quisiera que tenga un público diverso, heterogéneo, apasionado. Sueño con montajes que quizás no alcance a hacer. También con una vida alrededor del teatro, con espacios de encuentro, lecturas, cafés, talleres, conciertos. Sueño con un Centro Cultural donde el teatro tenga un protagonismo que irradie y amplifique su energía. Son muchos sueños. Creo que el teatro debe ser un lugar de encuentro, abierto siempre, fluido, central para sociedad, para la gente inquieta, repleto de actores, de público, de vida. En la medida de nuestras posibilidades, que son muy modestas, tratamos de no cerrar la sala, de estrenar, de reponer, de retar la inercia con lo que hacemos, de no perder tiempo y construir un teatro que es un sueño, una apuesta en grande.

¿Cuál es más difícil? ¿El público cubano o el extranjero?

Todos los públicos son difíciles y al final muy semejantes. El teatro es lengua franca. Cada noche es una batalla, una conquista. Llegas a un teatro nuevo con miedo a lo que pasará, los minutos previos a la arrancada de la función te quieres morir, no sabes si funcionará, pero al final cuando logras la atención, el silencio, cuando oyes las risas, el llanto, los aplausos sabes que tienes el territorio, es tuyo. Incluso en mi sala sigo sentado en la oscuridad ese combate, ese duelo entre los actores y el público. Cada día, hasta hoy.

Entre todas las obras…

“Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini”, un texto de Michel Azama, montaje para mí entrañable. Lo recuerdo siempre y lo llevo conmigo, su belleza, sus temas, las soluciones que encontramos allí, la libertad con la que pude organizar todo el material. La voz de Pasolini, figura que admiro, que me sigue inquietando como cineasta y como poeta, muchas cosas que en ese espectáculo quedaron anudadas y me acompañan.

Dramaturgos

Tengo mucha afinidad con Chejov. Por razones obvias, sin embargo, lo he montado poco. Va más allá de mi gusto personal, literario. Yo elijo obras para el presente y no es sencillo. Mis preferencias están en las obras que sirven para inventar una imagen del presente. La dramaturgia es eso, un tejido de acciones, diálogos, situaciones, estructuras para una escena que construya un presente.


"Fíchenla, si pueden", obra de la compañía Argos Teatro, de la Habana, presentada durante el XV Festival Nacional de Teatro de Camagüey

¿Cuál sería la que falta por montar?

La que hago actualmente. Justamente es algo que escribí sobre mi infancia y relacionado con mis padres. No es autobiográfico del todo, hay mucho tomado de otros, hay distorsiones que un texto de ficción necesita. Pero en general trata sobre la educación sentimental de un niño cubano en las pasadas décadas.

¿Considera que los premios son una buena señal?

Sí. Son una buena señal. La peor señal es no tenerlos.

¿En qué momento descansa?

Cuando voy al mar, por ejemplo. El mar se me mete en el cerebro y me relaja. La sal, el sol, los días de mar. Olvido quien soy. Dejo de pensar.

Si pudiera vivir su vida otra vez…

No me gustaría vivir mi vida otra vez. Ya la viví. La estoy viviendo. Y es vano soñar con mejoras, lo peor de tu vida también te ha hecho lo que eres. Lo que deseo es tiempo y fuerza para hacer lo que falta.

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