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Año V La Habana
10 al 16 de JUNIO de 2006
El mejor Jaque Mate de Chamaco
Miguel Gerardo Valdés Pérez • La Habana
Fotos: Pepe Murrieta
tomado de www.lajiribilla.cu
Sorprende, cuando se
leen los datos biográficos del
dramaturgo Abel González Melo (La Habana, 1980), sus todavía cortos
años y la bastedad de un currículo que no solo refiere su principal
formación como teatrólogo; sino también, la producción
de cuentos, crónicas y poesía.
Su más reciente pieza teatral en escena, dirigida por Carlos Celdrán,
desgarra las emociones a partir de una punzante historia que apela al conflicto
social desde lo profundo de la intimidad familiar donde pueden cohabitar frustraciones,
hipocresía, soledades y marginalidad.
La agudeza
del tema seleccionado desanda los filos de la geografía
escabrosa. Siempre será arriesgado para cualquier escritor sentar al
espectador frente a su realidad circundante. Pero el joven dramaturgo sabe
sortear los riesgos calzando la honestidad descriptiva, la imparcialidad crítica
y una limpieza argumental que desmonta, mediante escenas retrospectivas, las
subtramas de los cuatro días navideños narrados; y entrecruzando
personajes y situaciones, cual tela de araña de concéntricos
círculos que obligan a sus víctimas hacia un mismo punto coincidentemente
fatal.
Valga resaltar que el empleo de escenas retrospectivas para cada uno de los
espacios temporales que cronológicamente preceden al drama principal,
condiciona, con acierto de valor agregado la recontextualización de
los acontecimientos que previamente han sido revelados. Este recurso, muy empleado
en el cine de suspenso y no tan frecuente en el teatro, exige habilidad narrativa
y obliga al espectador a mantener un expectante interés de principio
a fin.
“Chamaco”, título que da nombre a la primera pieza de la trilogía Fugas de invierno, concebida por González Melo, no solo alcanza la veracidad de sus personajes por la transparencia de un lenguaje que sin evadir lo esencialmente popular, rehuye de la vulgaridad que muchas veces subyace en la palabra y la gestualidad de algunas representaciones teatrales. También resulta convincente, gracias al diseño psicológico de cada uno de sus sujetos, quienes escapan a moldes rígidos o maniqueístas, y se proyectan, sencillamente, humanos. Ni malos a ultranza, ni idílicamente buenos. Personas del mundo terrenal que habitamos, sumidos en el diario enfrentamiento con la sociedad donde les tocó sobrevivir y con los fantasmas que liberan en la escena donde les es permitido ser ellos mismos.
Al respecto
y acerca de la decisión para liderar “Chamaco” con
su Argos Teatro, Carlos Celdrán ha declarado que “fue un proceso
natural e inevitable en el camino de representar la vida cubana desde una visión
problematizadora y reflexiva, mediante un texto escrito con una sensibilidad,
un ritmo, una velocidad y una síntesis completamente contemporáneos”.
Texto teatral, pudiera agregarse además, que el director ha respetado íntegra
y cuidadosamente.
Una vez más, Celdrán demuestra que es uno de los directores que
repiensa el contenido, la estética y la forma de trasmitir su mensaje
al público como razón esencial del teatro.
La sobriedad
escenográfica compartida entre él, Alain Ortiz
y Maikel recurre a veces a elementos tan sencillos como un mantel de hule para
la representación semiótica del reverso de la moneda. Eficaces
las luces de Manolo Garriga, también concebidas en el texto original
para remarcar pasajes, estados anímicos y transiciones.
El elenco muestra paridad en los desempeños a pesar de que el director,
como de costumbre, reúne experimentados actores y nuevos talentos. Pancho
García (Felipe Alejo) vuelve a dar lecciones magistrales de histrionismo.
Fernando Hechavarría (Alejandro Depás), igualmente; aunque debe
evitar repetir entonaciones que traen a la mente sus populares personajes de
la televisión.
Yailín Coppola (Silvia Depás) pulsa las excelencias de una hermana
frustrada y abatida. Mientras José Luis Hidalgo (Saúll Alter)
y Caleb Casas (Miguel Depás) muestran absoluta credibilidad, sin falseamientos
de palabra ni de acciones.
Daisy Sánchez (guardaparque) y Ulises Peña (florista), empastan,
y complementan el conjunto de ilusionistas imágenes visuales y psicológicas
en el espectador. A pesar de que ambos hacen un buen openning, las acciones
y el diálogo de los inicios se tornan lentas; aunque esto no disminuye
el brillo del debut escénico de Ulises.
Fidel Betancourt,
asume un especial protagónico en el que vuelve a
hacer galas de frescor escénico, magnetismo y organicidad. Debe cuidarse
de no atropellar el texto en determinadas ocasiones.
“
Chamaco” dará mucho que decir a lo largo de su temporada en su
sede del Teatro Nacional. Argos Teatro ha validado nuevamente lo trascendente
de la representación de conflictos que a diario nos acompañan
y pasan inadvertidos, opacados en la rutina y subsumidos en los sedimentos
de la ciudad que no saltan a la vista del transeúnte medio. Queda
demostrado fehacientemente que el talento, el buen gusto y el respeto por
el arte que
se entrega a quienes se ubican, justamente, frente a la escena, constituyen
elementos teatrales suficientes para relegar limitaciones a segundos planos,
y para defender y lograr el mejor de los Jaque Mate.
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