Por Max Barbosa -www.TeatroenMiami.com
Aire frío inauguró el festival Un fogonazo del absurdo, Primer Festival Internacional del Teatro de Virgilio Piñera ( Cárdenas, Provincia de Matanzas, 1912- La Habana, 1979) en The Jerry Herman Ring Theatre de la Universidad de Miami el pasado día 17.
Argos Teatro, bajo la dirección de Carlos Celdrán, asumió la responsabilidad de la puesta en escena con las actuaciones de Yuliet Cruz (Luz Marina), Alexander Díaz (Oscar), Pancho García (Angel), Verónica Díaz (Ana), José Luis Hidalgo (Enrique), Waldo Franco (Luis), Edith Obregón/Rachel Pastor (Laura) y Michaelis Cué (Benigno). El equipo de realización lo integraron Alaín Ortiz, escenografía; Vladimir Cuenca, vestuario; Manolo Garriga, luces ; Leandro Tamayo, asistente de dirección y Jorge de la Garza, producción.
No acostumbro a cotejar el texto original con su puesta en escena. Pero el hecho de que esta presentación duró más de dos horas, me hizo analizar si era necesario compadecerse del sufrimiento de Los Romaguera por tanto tiempo. Cuál fue mi sorpresa al comprobar que Celdrán enriqueció el texto virgiliano al eliminar, físicamente, personajes de poca monta como Pepe, esposo de Luz Marina, el cobrador y a un grupo de niños. Miranda, cuya conversación con Angel, padre de Luz Marina, es vital para entender el vuelo imaginativo de este, está presente a través del teléfono, provocando que Pancho García logre su excelente monólogo mientras discute con aquel los pormenores de la herencia del Marqués de Veguitas. Estos “cortes” contribuyeron al ritmo ascendente de la puesta y a las actuaciones. Se sabe: la literatura dramática literatura es.
Aire frío fue una presentación profesional a partir del punto de vista realista del montaje con situaciones absurdas porque el conflicto se desarrolla en una sociedad también absurda. Ejemplificante el nivel de actuación del elenco. Cada personaje posee su individualidad. No hay la más mínima oportunidad de no creer en ellos, hasta en los que sus roles no son protagónicos : Luis, el Romaguera que vive en New York, sordo como una tapia, pero con una voz de soprano desacostumbrada, voz que le imparte originalidad al personaje; Benigno, cuya fe y sentido de la verdad en el invento del inodoro que le ocupa le hace incorporar un lenguaje gestual, hacia el público, a tono con su intención de convencimiento; Laura, la vecina que pulula en cualquier barrio cubano, locuaz y solidaria con los que sufren como ella.
Celdrán no descuidó ningún elemento de la puesta en escena. Luces que resumen el trascurso del tiempo. Música incidental premonitora del holocausto que se avecina. Exigua escenografía como la propia vida de Los Romagueras. Indispensable utilería a tono con la miseria que reina en el país.
Siempre me sorprende la reacción del público. Mientras los actores entregan sus vidas en el conflicto, muchos asistentes se rien estrepitosamente. ¿Entenderán el significado de que en La Habana no haya carne en un mes? ¿Comprenderán la importancia de que una familia cubana no tenga comida para ofrecer a sus visitantes? ¿ No les conmueve la ausencia de esperanza en el país? Hubo un solo instante de silencio absoluto, dramático, cuando Oscar decide irse para Argentina. La separación familiar. Me imagino que muchos cubanos allí presentes padecimos la misma situación.
Aire frío es tan actual que duele. Mientras aplaudía la excelencia de la puesta en escena de pie, como el resto de los asistentes que colmaban el teatro, sentí la misma desolación que experimenté cuando terminé la lectura del El maestro y Margaritade Mijail Bulgákov (1981-1940). Él y Piñera víctimas de Voland. Entonces medité, ¿si Virgilio sitúa el conflicto desde 1940 hasta el 1958 y este aún permanece, cuál es nuestro orgullo de ser cubanos?
Aire frío: la frustración que perdura