De cómo la mezcla de millones de emociones diminutas en esencia y gigantes en intensidad, conforman un sentimiento auténtico e imperecedero. Así de milimétrico, neuronal y apasionado se estrenó 10 millones, obra escrita y dirigida por el Premio Nacional de Teatro, maestro y excepcional creador de la magia en las tablas habaneras, Carlos Celdrán.
No fue casualidad que Argos Teatro, para su 20 aniversario en la escena, distinguiera tal obra para honrar su flamante y vital trayectoria. Muestra latente de una voz que aun tiene muchísimo que entregar y decir sobre sí y nuestra realidad cubana.
10 millones es una arte-facto viviente que lleva a flor de pura dermis las vivencias de un individuo transeúnte de su niñez hasta la adolescencia; sufragando hechos de la memoria casi olvidada de la Isla, partiendo del entorno familiar y su relación con figuras parentales opuestas en principio, desplegando las fibras de su personalidad al límite visible e invisible de la transformación, restaurando principios y criterios únicos y personales.
Él, Daniel Romero, cristaliza de forma auténtica la naturaleza de un joven quebrado por las circunstancias familiares, que se reinventa, mientras crece como sujeto primordial del relato. El novel actor se desgarra, se retuerce histriónicamente en la divina partitura, dándole tonos de espectacular veracidad a su personaje. Regenta la progresión dramática desde la naturalidad y sensibilidad de su desempeño actoral, hilvanando el testimonio personal del autor con audacia y belleza.
Maridelmis Marín, nos presenta a una Madre autoritaria, irreflexiva y tiránica, embriagada de poder y cegada por cantos de sirena despóticos. Ella unge, de esencial eficacia y vigor, su actuación, doblegando las tablas de la escena a su voluntad.
Caleb Casas, una vez más, demuestra su consagración y maestría, entregándonos a un Padre simple pero amoroso, comprensivo y altruista, pero egoísta. Diverge del antagónico espectacular con candidez, mientras financia emocionalmente al protagonista con modulaciones que van desde un registro medio, hasta la más alta nota emocional.
El autor, Waldo franco, bordea la acción mientras funciona como oráculo multidimensional del suceso.
10 millones trae la memoria hasta la piel, no para recordarnos quienes somos, ni de dónde venimos; nos aborda y compulsa a vivir el pasado y componerlo con el presente para buscar un futuro diferente. Carlos Celdrán se expone en forma de dramaturgia, alegato teatral de excelencia y capital función social.
La puesta llega a rincones ilimitados, desde su ingenioso y afanoso montaje, hasta la paradisíaca dirección de actores. Emociona, reconoce, confunde y desarma al público para después entregarnos al viento como un producto natural de la vivencia única que es ya esta obra.