Desde
que decidimos hacer Chamaco de Abel González Melo no he
dejado de oír desde todas partes la sorpresa de que al fin nos hayamos
decidido a montar teatro cubano. Esta sorpresa es justa pero imprecisa.
Nuestros montajes son guiones cubanos, esencialmente procesados por la
experiencia de vivir aquí y trabajar con los intereses más
profundos del espectador cubano de hoy.
El elegir Chamaco ha sido un proceso natural y quizás inevitable
en el camino que hemos seguido en estos 10 años de trabajar con la realidad
y el presente de la vida cubana desde una visión problematizadora y
reflexiva. Cuando no hemos hallado lo que necesitamos en una obra nuestra lo
hemos buscado en las foráneas pero el ajuste final sobre el escenario
ha sido siempre inequívoco.
Mientras leía Chamaco lo que me atrajo de golpe fue el no sentir
ninguna diferencia entre el texto y el resto del mejor teatro que se escribe
hoy en cualquier parte del mundo. Chamaco es un texto no solo cubano
sino contemporáneo, escrito con una sensibilidad, un ritmo , una velocidad
y una síntesis completamente contemporáneas. Su visión
de la realidad cubana esta atravesada por una agilidad constructiva y una visualidad
que colocan la obra en una órbita de referencias contemporáneas
imprevistas entre nosotros. A la vez, uno puede rastrear en el tejido de las
situaciones, de los temas y sobre todo del diálogo de la obra las conexiones
profundas con el teatro de Piñera o de Estorino. Estas conexiones o
citas de la tradición funcionan como un cable secreto que potencia y
legitima la fábula de Chamaco, esos ecos que nos recuerdan
espacios y zonas de identidad. Aunque lo curioso es lo nuevo, la visión
que envuelve a este ámbito y a estos personajes, lo cinematográfico,
lo enrarecido, lo ágil, lo invisible y lo veloz de la escritura.
Monto Chamaco no sólo porque es cubana y trata directamente
la realidad que me interesa, sino por cómo lo hace, por cómo
alcanza a penetrar la realidad que toca, por cómo desenfoca sus contornos
más obvios, más esperados, más costumbristas, y esencializa
una imagen detrás de las situaciones y las palabras, una imagen que
desentraña fragmentos posibles de una Habana inasible y dolorosa.
El teatro cubano necesita escritores que actualicen y registren las pérdidas,
el paso veloz hacia el olvido de tanta vida minuciosa y oscurecida por los
cenitales de la historia, necesitamos visibilidad hacia dentro, validación
de las pequeñas tormentas diarias que testimonien la vida que ya no
se contará después, necesitamos historias que nos atrapen agónicos
y reales ahora, ahora mismo, sin medias tintas, sin finalidades ni compromisos.
Y Chamaco lo intenta y creo que lo alcanza.
Carlos Celdrán
Equipo
de realización
Diseño escenográfico: Carlos Celdrán,
Alain Ortiz, Maykel
Diseño de vestuario: Vladimir Cuenca
Diseño de luces:Manolo Garriga
Maquillaje: Ileana Casas
Diseño de banda sonora: Carlos Celdrán
Asistencia de dirección: Ileana Rodríguez
Producción: Manolo Garriga y Jorge de la Garza
Administración: Lola Altuna
Utilería: Alexis Avilés
Tramoya: Ernesto García
Sastre: Joaquín Meulener
Costurera: Idia Torres
Asesoría: Julio Carrillo
Realización de imágenes: Caleb Casas y Manolo Garriga
Diseño de programa: Manolo Garriga
Dirección General: Carlos Celdrán
Agradecimientos
María Pessino Alberto Virella
Jorge Guerrero
Teatro Nacional de Cuba
Enrique de la Osa
Omar Valiño
Mayra Góngora
Oscar y equipo de tramoya del Teatro Nacional de Cuba
Ray Gómez y René Gómez
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CHAMACO
CRITICAS
premio de la crítica 2006
CHAMACO se estrenó el 25 de mayo 2006 en el teatro nacional de cuba
Kárel Darín, un muchacho - Javier Fano/Fidel Betancourt
Alejandro Depás, abogado - Fernando Hechavarría
Miguel Depás, su hijo - Yasmany Guerrero/Caleb Casas
Silvia Depás, su hermana - Yailín Coppola / Laura Ramos
Felipe Alejo, tío de Kárel - Pancho García
Saúl Alter, policía - José Luis Hidalgo
Roberta López, guardaparque - Daysi Sánchez
La Paco, florista - Ulises Peña